martes, 13 de diciembre de 2011

Mayra Navarro narra su formación y experiencia como narradora oral

... Nací y me crié en un ambiente bastante especial. Mi padre era un hombre callejero, aparecía puntualmente a comer, a bañarse y a dormir, pero hacía su vida afuera, y mi mamá y yo teníamos otra vida adentro, una que nos unía. Recuerdo que por las noches, nos acostábamos juntas en su cama y ella, que no tenía un nivel educacional alto pero sí era una lectora voraz, lo esperaba leyendo. Cuando él llegaba, me pasaba para mi cuarto, ya dormida. ... Esa fue una etapa muy linda en mi vida, en la que sentía a todas horas el deseo y la necesidad de contar cuentos. Una vez fui a un velorio en un pueblo cercano a la capital, en la casa de unos masones, amigos de mi papá; me encontré con que allí había varios niños, me los llevé para el patio y me puse a contarles cuentos. Aquello fue de lo más bueno porque pude distraer a los inquietos muchachos, además de que yo estaba realizada con la contadera. Como estaba estrenando el mundo, no sabía nada todavía sobre los cuentos de velorio, ni de los cuenteros populares, ni de la tradición campesina de contar todo tipo de historias en los funerales. Esas cosas las supe mucho después. Para mi todo era nuevo.  ... Mucha gente no entendía el trabajo que hacíamos, no valoraban su importancia. Yo tenía un vecino que me decía Tía Tata Cuentacuentos, como el popular personaje de la televisión, pero en son de burla. Cuando me preguntaban dónde trabajaba y decía que en la Biblioteca Nacional, pensaban que era bibliotecaria, pero cuando aclaraba que era narradora de cuentos, me miraban con cara de extrañeza y hasta me preguntaban si eso era un trabajo; no sabían que un narrador oral para afrontar a su público, debe estudiar muy duro para prepararse, y que el acto de contar supone también de un esfuerzo creador, para relacionarse con sus interlocutores, un hecho muy especial que debe ser escuchado con “la otra oreja que está detrás de la oreja” y que su impronta puede ser indeleble, un momento de emoción para toda la vida. ... cuando hablo de dramaturgia, de lo que estoy hablando es de estructura, de orden, de un instrumento para organizar, para dar coherencia y claridad a un proceso artístico, a un discurso, que es también comunicación, y que, en el caso del que cuenta, del relato oral, se establece cuando se redimensiona la historia y se la coloca a disposición de los otros. La dramaturgia, entonces, no pertenece únicamente al teatro. De la misma manera que estoy convencida de que la narración oral no es teatro, aunque tengan sus puntos de contacto por muchas y diversas vías. ... Me acuerdo que estábamos en el Salón Ensayo de la Casa de Comedias, en La Habana Vieja, que estaba de visita Alexis Forero, Alekos, el narrador y artista plástico colombiano. Así surgió mi primer espectáculo para adultos, Cuentos para colmar el silencio, que partía de la idea de que en las noches primitivas, cuando el silencio lo invadía todo, los hombres se reunían, alrededor del fuego, para llenarlo con sus expectativas, sus sueños, sus esperanzas. Y el 25 de marzo, sábado, en la Sala Teatro del Museo Provincial de Camagüey, ya estaba presentándolo. ... Hay días que me descubro contando en la cocina. Y es que yo “me cuento” en cualquier sitio, tanto es así que un día, me encontré con una conocida que me dijo: “Mayra, te vi en tu carro. Coincidimos en un semáforo, pero no te hablé porque ibas hablando sola…” Claro que le expliqué que estaba contándome un cuento, y que me lo crea o no me lo crea. También me pasa cuando voy caminando por la calle, pero como en ella tropiezo con desconocidos, no les puedo explicar nada. Vaya usted a saber qué piensan de mí… Es que el cuento, cuando lo vives intensamente, es parte de tu cotidianidad.

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